jueves, 17 de noviembre de 2022

ABANDONO

 Claudia Cárdenas


La unidad de seguridad pública llego a  la tienda de conveniencia como cada noche desde que recibieron el primer reporte.  Detuvieron la marcha justo en el  frente, se bajaron de la unidad  pero solo ella camino hacia la esquina,  donde, a un ladito del contenedor de basura se encontraba el motivo de su “visita”, mientras su compañero sacaba un par de objetos de atrás de la cajuela. Ambos sabían cual sería el resultado de aquel servicio al que fueron  encomendados.

 -    Buenas tardes madre, ¿Cómo se encuentra? –dijo la voz un tanto cariñosa del agente.

 Aquel bulto comenzó a moverse trabajosamente hasta quedar de vista hacia la oficial.  Se trataba de una anciana. Una mujer de indescifrable edad, con la piel tan delgada como el papel, completamente pegada a los huesos, con el rostro desfigurado por las arrugas que le surcaban. Tal vez fue hermosa en otros tiempos.  ¿Cuál mujer no lo fue? Apenas lograba entreabrir sus pequeños ojos negros. Su cabello cual nido se alzaba en pequeñas hebras que habían perdido su blancura por la mugre de todos los días que llevaba en aquel lugar.

 

-          ¿Quién eres? –pregunto al verla inclinarse para alcanzarla.

-          Soy Lupita, ¿Cómo esta madre? ¿Ya lista para irse a un lugar calientito?

-          No me lleve señorita, no hice nada, yo aquí no le hago mal a nadie.

-          La vamos a llevar a un lugar con cama y le daremos una comida caliente. ¿A poco no se le antoja tomar un baño y comer algo calientito?

-          Ay Mija pues sí.  Nada más deja que llegue mi nieto y nos vamos.

-          Madre tiene aquí más de un mes, y él no ha venido.

-          Pero va a venir.  Me dijo que lo esperara, que al ratito venia. Yo creo que se le hizo tarde. Pobre mi criatura, trabaja tanto.

-          Dígame como se llama, nosotros buscaremos a su nieto, díganos su nombre y vamos por él.

 La anciana la miro confundida, desconfiada. Intento recordar el nombre pero parecía que su mente estaba en medio de una neblina y entonces se puso a llorar.

 -         ¿Cómo no va a venir por mi si yo lo cuide cuando su madre lo abandono? Éramos él y yo solitos.  Ah, si viera el trabajo que me costó mantenerlo derechito. 

-          Si le creo madre, pero dígame como se llama su nieto, seguro lo encontramos.

-          Se llama José, así como su abuelo –recordó en aquel momento- .  Mi José es buen niño. Váyase, váyase señorita, no se preocupe.  Él va a venir por mí, me lo prometió. Seguro no ha encontrado donde nos quedemos.

 La oficial sonrió. Conocía bien la historia. Aquella anciana fue llevada por un hombre joven según las cámaras de la tienda. Le entrego un puñado de monedas, un atado de ropa y cobijas antes de dejarla, incluso le tomo las manos mientras le decía algo y le dio un beso en la frente.  Eso hacía ya un mes. 

 El frio calaba cada vez más pero Juanita, como le llamaban al no tener su nombre real, se rehusaba a alejarse de la tienda.  Vivía de la buena voluntad de quien se acercara brindándole una moneda o algo de comer, iba al baño dentro de la misma tienda, se limpiaba sus manos y rostro ahí mismo para verse presentable, se acostaba sobre aquellas cobijas sucias durante las noches, y a pesar de los intentos de varios transeúntes y de los empleados de la tienda,  no podían trasladarla a algún albergue en contra de su voluntad.

          Le trajimos unas cobijas doña. –se escuchó la voz del otro elemento que se acercaba con una caja con cobijas y otros enseres. – ¿De verdad no se quiere ir con nosotros?

-          No, luego viene mi nieto y no me encuentra.

-          ¿Y si le dejamos un mensaje para que sepa dónde encontrarla?

 Ella dudo esta vez, la verdad es que tenía mucho frio pero le dolía más el alma que el cuerpo. Al alejarse de ahí daba por hecho que aquel a quien ella le dio parte de su vida no volvería. A pesar de todo quería creer que no la había abandonado después de haberle firmado las escrituras de la casa y entregado los pocos ahorros que poseía  para dárselos, según para poner un negocio.   Él era bueno. Él era su nieto y volvería tarde o temprano por ella.  Alcanzo la caja agradeciendo el gesto de los oficiales.

-          Cuando quiera irse nos avisa con los empleados de la tienda, venimos por usted rápido madre. –dijo en un gesto de ternura la oficial acariciando su cabeza.

 Ella asintió tomando lo que le daban y los vio irse quedándose solita nuevamente en medio de la basura y el abandono.

Chihuahua, México.


Agradecemos la colaboración de  Claudia Cárdenas  que se unió a nuestra convocatoria <16 días de activismo por la eliminación de la violencia contra las mujeres> promovido en la comunidad de San Quintín, Baja California, México. Este texto fue publicado en la antología Mujeres con voz de tinta II: Injusticia social (Editorial: Voz de tinta, 2022).

UN EJEMPLO DE LECTURA COMUNITARIA DEL TEXTO





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